Esta es una característica de la práctica humana: la capacidad de proyectar y programar tanto los objetivos como los medios que se utilizarán en la consecución de esos objetivos. Así realizamos una de las formas más elevadas de acción racional.
Conocer con anticipación los resultados es el inicio de la planeación y nos proporciona las siguientes ventajas:
• Señala los logros que deberán ser alcanzados.
• Proporciona guías a los ejecutores del trabajo.
• Sugiere formas específicas de llevar a cabo la actividad.
• Orienta acerca de las necesidades que deberán satisfacerse para realizar la actividad, tanto materiales como humanas.
• Evita la duplicación de esfuerzos y por lo tanto el gasto inútil de recursos.
• Define la responsabilidad de cada uno de los actores.
• Delinea la forma como se llevará a cabo la evaluación de la actividad.
Esta etapa de la planeación de los actos académicos se resuelve con la especificación de los objetivos de aprendizaje que deberá alcanzar el estudiante como resultado de las actividades de enseñanza y de las que él mismo realice para alcanzar el objetivo. Un objetivo se puede entender con dos significados: como una meta a alcanzar, un logro, algo a lo que tendemos que se encuentra lejos en la distancia o en el tiempo y deseamos acercarnos, o como aquello que es contrario a lo subjetivo. En educación, cualquiera de sus dos acepciones pueden ser consideradas aceptables ya que los objetivos representan los resultados de las acciones de enseñanza y también deben ser claros para todos los participantes sin prestarse a la subjetividad.
Para no confundirlos con los objetivos institucionales o con los objetivos personales que cada quien pueda tener, los objetivos de un acto académico son los objetivos de aprendizaje que se refieren a lo que cada alumno participante en él, deberá alcanzar como consecuencia de haber realizado las actividades establecidas en el programa de enseñanza.
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